El inmaduro emocional
LA INFANTILIZACIÓN DEL QUE SE CREE ESPIRITUAL
Muchas
personas emprenden el camino espiritual buscando luz, paz y protección. Y esto
es legítimo.
Pero, con el
tiempo, es necesario reconocer un patrón sutil que dificulta la maduración:
"la infantilización del camino espiritual".
Esta
infantilización ocurre cuando el buscador continúa esperando que fuerzas
superiores hagan por él lo que él mismo no quiere afrontar.
Es entonces
cuando la persona se refugia en el Padre Celestial, en los guías, en los
maestros, o en las técnicas como una forma de evadir su propia responsabilidad.
Vea ejemplos
claros de este patrón:
Una persona
discute con alguien en el trabajo y, en lugar de reflexionar sobre su
comportamiento, dice:
"La energía en
el ambiente está muy cargada. Creo que alguien me lanzó un hechizo".
Ésto evita el
autocuestionamiento.
A veces, el
campo es denso porque él mismo alimenta la ira o el juicio, sin darse cuenta.
Alguien
atraviesa una crisis en una relación y dice:
"La
espiritualidad debe estar queriendo que me separe". • Pero no te preguntas:
"Me estoy
comunicando con claridad? ¿Estoy asumiendo la responsabilidad de mis emociones
o esperando que alguien más me salve?".
Sientes una
serie de frustraciones y dices:
"Creo que
es karma. Voy a hacer una limpieza energética".
La limpieza
puede ayudar, por supuesto, pero si sigues repitiendo los mismos patrones
emocionales, nada cambia realmente.
Participas en
un curso o iniciación, y esperas que tu vida cambie por sí sola:
Luego te repites frases como:
"Ahora
que he hecho éste taller, todo saldrá bien".
Pero no
cambias tus hábitos ni actitudes, ni realizas la reforma interior que requiere
un verdadero esfuerzo.
Sigues
preguntando a tus guías todo el tiempo:
"Debería
hacer esto?
Debería salir
de casa hoy?
¿Debería tomar
éste camino?".
Ésto no es una
conexión espiritual; es miedo a elegir y a cometer errores.
Los guías
espirituales no son niñeras. Son conciencias que te recuerdan que debes desarrollar tu
discernimiento.
La persona
reza, toma cursos, se conecta con egregores, enciende velas, pide señales...
pero no se compromete con verdaderas actitudes de transformación.
Quiere que el
Universo y todos los santos lo resuelvan, que el mentor le diga qué hacer, que
lo espiritual le quite el dolor, y que Jesús, Buda o la "Virgencita de
Guadalupe" venga a salvarlo.
Y entonces,
sin darse cuenta, adopta una postura similar a la de un niño malcriado:
"Si me va
a doler, no lo quiero. Si no es mágico, no sirve. Si va en mi contra, entonces
no es luz."
Éste patrón
puede provenir de muchas fuentes: traumas no procesados, sentimientos de
abandono, experiencias de injusticia, o incluso adicciones emocionales de
dependencia y victimismo.
Pero en el
fondo, el mayor obstáculo es la negativa a crecer internamente.
Mientras la
persona se identifique con este rol de «hijo del Universo» o «protegida por la
espiritualidad», evitará la incomodidad de tomar decisiones concientes, de
afrontar lo que debe afrontarse, de asumir su propia luz y poder.
Es más fácil
decir "me arruinaron espiritualmente", que admitir que no quería ver,
y que sus decisiones en base a su libre albedrío crearon su propia realidad.
Es más cómodo
pedir protección, que desarrollar autoridad vibratoria.
Es más
tentador llamar "prueba" a lo que, de hecho, es el resultado de la
propia omisión.
Y el problema
no es pedir ayuda. Es esperar que la ayuda reemplace tu crecimiento.
Los verdaderos
guías espirituales no vinieron a llevarte de la mano para siempre.
Vinieron a
señalarte la dirección correcta, y a recordarte que tú también eres luz, que tú
también puedes alinearte con amor, valentía y claridad, incluso frente al
dolor.
Crecer
espiritualmente significa dejar atrás a seguir a alguna fuerza externa, y
empezar a caminar con un corazón firme.
Es aprender a
escucharte, a observarte, a posicionarte, sin necesitar que el mundo te diga
quién eres o qué debes hacer.
Ésta
transición duele, porque requiere salir de tu zona de confort espiritual,
soltar las peticiones mágicas, y entrar en un proceso más honesto: "el de
la autoeducación del alma", y que al hacerlo, es cuando empieza la
verdadera magia.
La
espiritualidad madura no es un lugar donde todo fluye fácil y milagrosamente.
Es donde te conviertes en un canal lúcido de lo que ya es divino, incluso en
los días difíciles.
Es donde dejas de huir de ti mismo, y empiezas a practicar todo lo que antes
solo leías y repetías.
Cuando decides crecer, el Universo entero se reorganiza para apoyar éste
movimiento.
Pero esto sólo
ocurre cuando dejas de esperar el rescate... y eliges asumir la
responsabilidad.